domingo, 20 de agosto de 2023

(Proyecto PMP) Capítulo 8, sobre el final del exorcismo

 —Acá.

Denise señaló el suelo de baldosas de piedra. Mian Hua lo tanteó con su vara de bambú.

—¿Como nos abriremos paso?

La gata levantó la cola. El rey Troll Lired apareció ante ellos una vez más.

—¡Oh! ¿Ya se ha recuperado?

—Lo repetiré otra vez: todo cuanto hagamos a los fantasmas es solo temporal. Por eso, Togel podría regresar en cualquier momento. Lired, abre camino.

El espectro usó su maza para romper las piedras y sus poderosas manos para apartarlas.

—Entonces, sobre Ban y Aze...

—Creo que se nos han adelantado. Percibo una gran perturbación proveniente del ancla.

—Pero... ¿como? ¿Hay alguna otra entrada?

—Si la hay o no, es irrelevante. Si han sido abducidos por el Otro Lado, la reconstrucción material puede ser totalmente distinta a como es en la presente realidad, hasta puede ser modificada por el anfitrión, la duquesa en este caso.

Mian Hua se rascó la cabeza.

—No acabo de pillarlo. ¿Quieres decir que si en el Otro Lado hay un pasillo que hoy día está tapiado, ellos pueden atravesar ese muro como si nada?

—Más o menos. En términos simples, imaginá el Otro Lado como un pasadizo secreto. Está superpuesto al mundo de los vivos.

—En ese caso, ¿por qué no cruzamos nosotros también por el Otro Lado?

—Porque la mina no nos deja. No nos han separado por casualidad. Pero si accedo al ancla, podremos invadir su dominio.

Mian Hua asintió, nervioso. Estaba preocupado. Sus compañeros debían estar pasándolas canutas en esos momentos.



La cubierta trasera del libro se cerró con lentitud.

—¿Qué os ha parecido? —preguntó la duquesa Láramy al tiempo que depositaba la obra de vuelta a su sitio para de inmediato extraer otra.

—Un poco aburrido —calificó Bankiva. Estaba cabeza abajo, suspendido por cadenas amarradas a sus tobillos. Azeban estaba cerca y en una situación similar, solo que además estaba embutido en el interior de un libro de gran tamaño fuertemente cerrado sobre su cuerpo como un cepo.

—A mí me ha gustado —admitió el mapache, del que solo podía verse la cola anillada por un lado y la cabecita por el otro.

—No entiendo muchas de las decisiones del protagonista. A veces parece tonto.

—Creo que eso lo hace más interesante —terció la duquesa, quien se sentó, tomó un sorbo de su té espectral y abrió el siguiente libro —. Este es del mismo autor, pero se nota una mayor madurez intelectual.

Era algo preocupante. Bankiva nunca había estado muy interesado en la ficción y ese no era el mejor momento para iniciarse en un hobby.

Además, se encontraba mal, y no solo por estar boca abajo. Sentía que le faltaba el aire, sin saber que se encontraba en un lugar estanco donde el oxígeno se estaba agotando a buen ritmo. Tenía la impresión de que, si no hacían nada, iban a quedarse ahí mucho, mucho tiempo. Mucho más largo que su esperanza de vida.

Aze no parecía preocupado. Lo de que le leyeran libros le gustaba, por lo que se veía. Ban sentía la tentación de dejarse llevar también. ¿Había alternativa? Esa tipeja los había reducido con tanta facilidad que hasta se sentía avergonzado. Los podría haber acogotado de inmediato, si hubiera querido. No era cuestión de darle motivos para cambiar de opinión.

La duquesa ya había terminado el prólogo cuando se detuvo de pronto, los ojos fijos en las páginas pero como si no las viera.

—¿Qué tiene que hacer una para poder leer en paz? —se preguntó a sí misma. Luego reanudó la lectura. Aze y Ban se miraron y se entendieron sin palabras: había que esperar. La ayuda estaba en camino.



—¡Tú, maldito oso!

A Denise se le escapó un bufido y se le arqueó la espalda. Cuando Lired había llegado ya a una capa de piedras sueltas y escombros que bloqueaban un arco de piedra del que podía verse la parte superior, Togel regresó.

Mian Hua hasta parecía contento.

—¿Has cambiado de idea? —preguntó ilusionado.

—¡De ropa, voy a cambiar! ¡Cuando te arranque el pellejo y me haga un abrigo con él!

—¡Apúrate, Lired!

El troll estaba expuesto. La gata se vio obligada a formar un escudo sagrado para detener la cabeza de lobo de Togel. Mian Hua notó enseguida la gran cantidad de maná que perdió. No era algo que pudiera repetir muchas más veces.

—¡Que no disperse a Lired! ¡No hay otro modo de acceder al subterráneo!

Mian Hua se adelantó y se puso como primera línea de defensa.

—No, esperá... —titubeó Denise— ¡No podés atacar de frente! ¡Su defensa es demasiado sólida!

—Eso lo veremos.

—Sí, veremos si puedes alcanzarme sin un ataque traicionero —Togel retrajo su lanza, bien protegido tras su escudo. Mian Hua tenía preparado su hechizo sagrado, que sabía no era bastante fuerte como para anular el ataque del Colmillo Blanco.

Pero la magia se parece al arte de tejer. Hay muchas maneras de hilar hechizos, incluso si el resultado final es algo horrendo. Pero le gustaba como había quedado la fórmula. Parecía estable. ¿Quizá podía darle forma de cabeza de dragón, como Togel hacía con su...?

—¡Fuera de mi vista!

Vale, no. No había tiempo. Movió la vara en círculos. Sus extremos humearon y chisporrotearon. El aire fue inundado por el olor del bambú quemado.

La cabeza de lobo surgió de la alabarda. Mian Hua alzó la zarpa y frente a sí provocó un cegador incendio de fuego blanco como luz solar. Su forma era errática y poco elegante, pero devoró el Colmillo Blanco como si fuera algodón. La ola de llamas rompió contra el escudo de Togel, quien se tambaleó, su protección dañada, corroída. El casco no podía ocultar lo sobrecogido que estaba.

Denise estaba igual de estupefacta, pero reaccionó primero.

—¡Dale!¡Dale otra vez! ¡Podés romper el escudo!

Pero Mian Hua se dejó caer pesadamente de espaldas, abrazado a su vara.

—No puedo —gimió.

El hechizo experimental había drenado más maná del que había previsto. Iba a necesitar unos minutos para recuperarse.

—No ha estado mal, ¿eh? —se pavoneó— Creo que lo llamaré Incendio del Bosque de Bambú Sagrado... ¿o es muy largo?

Denise miró atrás. No iba a ser cómodo para el voluminoso Mian Hua, pero el hueco era lo bastante grande como para que pasara. Volvió la vista al frente. Togel iba a salir de su estupor.

—¡Ándense!

Se lanzó a por el Arcano.

Lired cogió a Mian Hua, quien era casi pequeño en comparación al troll, y éste lo mandó a rodar por las escaleras. El panda emitió un alargado grito de alegría mientras rodaba por los peldaños a las entrañas de la oscuridad.

Su grito se acalló de repente, cortado como por una guillotina.

Había cruzado, como esperaba. El ancla estaba ahí abajo, pero la duquesa no les permitiría acercarse si no la derrotaban en su propio dominio.

Denise golpeó una vez a Togel con su Garra Sagrada. Maltrecho como estaba, el escudo pudo detener el ataque, pero la gata se apoyó en el acero fantasmal, saltó hacia atrás y pasó por encima de Lired, que cargaba contra el capitán imperial para una segunda ronda.

No estaba muy claro por dónde había entrado Mian Hua. La puerta de la biblioteca estaba todavía cerrada, intacta. Parecía haberse materializado en la oscuridad del techo y caído como una gran bomba peluda. Derribó una estantería y se cargó varias baldas. Los libros que no fueron aplastados bajo su peso echaron a volar batiendo las páginas.

—Oh, hola —saludó espatarrado sobre la madera rota.

—Qué hay —respondió Bankiva, desde sus cadenas.

—¡Hola!—terció Azeban, aún prisionero del grueso libro, pero de buen humor.

No era el caso de la duquesa.

—¿Has venido a leer? —preguntó en un tono bastante más ácido que el usado con gallo y mapache.

El panda era demasiado honesto como para decir cualquier cosa que no fuera la verdad.

—No, en realidad necesitamos que se vaya usted al Otro Mundo.

La duquesa cerró el libro. Las estanterías chirriaron y se contorsionaron, los libros que descansaban en ellas echaron a volar, cientos de ellos.

—Dejadme leer en paz.

—¿Qué te pasa? —preguntó Bankiva.

—Estoy sin maná. No tengo fuerzas ni para alcanzar una poción.

—Vale, danos un minuto.

Bankiva se soltó de las cadenas. Hacía ya un buen rato que se había liberado con Escapismo, pero de poco le habría servido hacer algo más sin nadie más que los ayudara.

—¡Oye, duquesa, tus libros APESTAN!

Provocación hizo que todos los libros volaran a por el gallo, que se escabulló entre las estanterías. Azeban, libre de la atención de la duquesa, cerró con fuerza los ojos y activó su técnica de Estallido de Fuerza. Sus pequeños bracitos se abrieron paso y desgajó el libro que lo aprisionaba por la mitad, para luego forzar las cadenas. Una vez en el suelo corrió a Mian Hua, le abrió la bandolera y dejó rodar los frascos por el suelo.

—La verde —le indicó Mian Hua.

Mientras el oso notaba como regresaban sus fuerzas, el mapache cogió una poción con un líquido rojo y transparente. Estaba caliente.

—Te enfadarás MUCHO si te tomas eso —le advirtió Mian Hua. Se puso en pie con algunas dificultades. Ojalá pudiera emplear el Incendio del Bosque de Bambú Sagrado, sería perfecto para calcinar esa biblioteca fantasmal, pero si lo usaba otra vez se arriesgaba a licuarse el cerebro.

Sin embargo, había fuego en los candelabros del techo. Fuego en apariencia normal, pero que habitaba el Otro Lado...

Bankiva reapareció entre unas estanterías y corrió hacia ellos, con un enjambre de libros iracundos a su espalda.

—¡¿Una ayudita?!

Mian Hua alzó la vara. El fuego de los candelabros fue atraído hacia el extremo y luego arrojado en una bola. Pasó por encima de la cresta de Ban e incineró los libros.

—¡¿Como os atrevéis?! —vociferó la duquesa— ¡Quemar libros! ¡Quemar conocimiento, experiencia y esfuerzo! ¡El peor de los pecados!

—Si solo son fantasmas de libros... —murmuró Bankiva, pero la duquesa Láramy no estaba para escuchar excusas.

—¡TOGEL!

La voz de la duquesa resonó como un trueno en la lejanía. El silencio no llegó a asentarse, pues los ecos de su llamada aún perduraban cuando Togel se apareció atravesando la puerta cerrada de la biblioteca. Seguía siendo una figura imponente, pero Mian Hua notó que no tenía tan buen aspecto como antes. Había perdido el escudo, probablemente bajo los ataques de Denise. Algunas partes de su armadura parecían haberse desvanecido en marcas que semejaban zarpazos.

—¿Como has permitido que llegaran tan lejos, maldito inútil? —lo reprendió la duquesa.

—¡Cierrala boca, bruja estúpida! ¡Yo soy el que hace todo el trabajo mientras tú te pasas la eternidad leyendo esa porquería de libros!

—Mala suerte, yo soy la que manda. ¡Así que limpia este estropicio! ¡Ya!—se cruzó de brazos, como dando a entender que no pensaba mover un dedo para ayudarlo, aunque ninguno de los animales se lo creyó.

—Solo para que lo sepas, si te contrato te trataré con mucho más respeto—terció el incansable Mian Hua.

—¡Que te vayas a peinar piojos, oso del demonio!

—Oh, pobre, pobre Togel, un simple oso se compadece de él —se burló la duquesa.

Abrojo estaba espalda contra espalda, con un fantasma a cada lado, pero no se sentían atrapados. La enemistad de sus rivales casi convertía ese encuentro en una pelea a tres bandas. Azeban tenía en la mano el frasco rojo, pero no se lo tomó, no todavía.

—¿No es tu mejor hombre? —preguntó Mian Hua para ganar tiempo. Oyó como Ban susurraba:

—Tengo una forma de cegarlos. Hay que atacar fuerte.

—¡Mi mejor hombre! ¡Ja! ¡Mis pobres hombres, atrapados conmigo por culpa de Togel y su calaña! No, si acaso es mi mejor esclavo —la duquesa saboreó la palabra. El guerrero arcano parecía listo para echar humo.

—El guerrero está debilitado —musitó Mian Hua—. Puedo...

—No—cortó Azeban, para sorpresa de los otros dos—. Yo me encargo del guerrero.

—¡Tuviste suerte, nada más que eso, mala pécora! —vociferó Togel.

—¿Tú solo?

—Yo solo —afirmó Azeban. Descorchó el frasco.

—Sí, tuve suerte. ¡De que fueras tan idiota! —se burló Láramy—¿Sabéis como murió, este engendro acorazado? ¡Pensó que yo no era una amenaza! ¡Solo necesité el segundo en que me dio la espalda para apuñalarle los riñones! ¡Un pequeño cuchillo entre las placas de su armadura, y el gran Togel el Arcano se desangró como un cochino!

—¡Bocazas! ¡BOCAZAS!

Mian Hua le pasó con discreción un frasquito de aceite sagrado a Bankiva. Azeban se untó las manitas con él. Estaban preparados.

Solo faltaba el detonante.

Denise logró encontrarlos por fin. Apareció de forma similar a Mian Hua, aunque con mucha más elegancia. Cayó sobre Togel, quien la vio venir. Evitó que lo golpeara en el casco y la ahuyentó con un lanzazo que no conectó.

Era el momento.

Bankiva se echó todo el aceite sagrado por encima. Saltó en el aire y usó su Bomba de Plumas. La biblioteca se llenó de una nube flotante de plumas y plumón impregnados de poder sagrado. Para un fantasma, era como si le explotaran fuegos artificiales en la cara.

Mian Hua levantó la vara. Togel lo consideraba ahora el más peligroso, por eso arremetió contra él.

Azeban se interpuso, el frasco vacío rodando por el suelo.

—¡Fuera de mi camino, rata!

La alabarda, que probablemente pesaba más que el propio Azeban, lanzó una precisa estocada.

El mapache cerró el puño izquierdo y golpeó el lado romo del extremo del arma con contundencia y precisión. El acero golpeó solo la piedra.

—¿Q...?—fue todo lo que Togel tuvo tiempo de decir, sin poder creer que ese pequeño animal acabara de usar Desvío. Sin escudo para protegerse, Azeban cargó y lo golpeó en el estómago. La armadura no pudo absorber toda la fuerza del golpe, el primero que recibió de una lluvia de puñetazos, patadas y lanzamientos que iban a convertirlo en papilla fantasmal.



Al otro lado, la duquesa luchaba por ver. Apenas sentía la presencia del panda frente a ella, con la llama fantasmal en la punta de su vara.

—¡No...! ¡No! ¡Mis libros! ¡No puedo irme! ¡Tengo que leerlos! ¡Por favor!

—Lo siento, duquesa. A mí también me gustan mucho los libros. Pero esto tiene que acabar.

Atacó con todas las fuerzas que le quedaban. Los libros volantes se convirtieron en ascuas flotantes, las estanterías ennegrecieron y se vinieron abajo. La biblioteca ardió, con la duquesa en el centro.

—¡No! No, otra vez no... —suplicó. Gritó. No había rabia u odio en ese alarido. Solo una profunda tristeza y decepción.





Se hizo el frío, la oscuridad y el silencio. El contraste de la atmósfera fresca y húmeda con el calor que notaban segundos atrás en la biblioteca les hizo sentir como si quedaran congelados.

—Eso podría habernos quemado a todos —riñó Denise a Mian Hua.

—Perdón, se me fue la zarpa.

—Che, está bien. El espacio de la duquesa recibió daño suficiente como para no poder mantenerse más. Estamos de vuelta, y aquí está el ancla.

—¿Donde estamos, exactamente? —preguntó Bankiva, que no podía ver un pimiento en esa oscuridad. Mian Hua invocó una llama diminuta, poco más que la luz de una cerilla. Era todo el maná que podía reunir.

El lugar era un cementerio de ceniza. La cámara subterránea se parecía muy poco a la bella biblioteca que habían visto en el Otro Lado. Había montañas de polvo gris con restos de maderos negros y calcinados. Alguna que otra tapa dura había sobrevivido, pero nada que se pudiera leer.

—La biblioteca se quemó de verdad —susurró Mian Hua. Algo le llamó la atención en uno de los montículos de ceniza.

—Pero algo perduró —guiada por sensibilidad, Denise sabía donde escarbar. Con la ayuda de Aze acabaron por desenterrar un libro que aun estaba bien sujeto por unas manos de esqueleto humano. Incluso en ese estado, la muerta pareció resistirse a que se lo quitaran. Denise lo abrió. Las páginas tenían algunos bordes quemados, pero la tinta se había conservado bien.

—El catálogo de su biblioteca personal. La compilación de aquello que tanto amaba —explicó Denise—. La tenemos, chabones.

Mian Hua había desenterrado algo más. Un esqueleto fuertemente acorazado. Todavía tenía una pequeña daga firmemente encajada en la región lumbar.

—Jo, jo, jó.



Salieron al exterior. Azeban llevaba el catálogo consigo. Fuera todo era luz y calma. Nadie salvo los caballos les aguardaba. El ancla fue depositada en el suelo. Desdeñoso, el medio desplumado Bankiva escarbó el suelo y le arrojó algo de polvo encima.

—¡Gallo!¡No hagas pendejadas! —lo reprendió Denise — Esta es la importante reliquia de un fallecido. Hay que respetarla.

—Después de lo que nos han hecho pasar, me pueden sobar la cresta —Bankiva buscó lombrices, siguiendo la lógica de que debían ser descendientes de las que, en su tiempo, se alimentaron de los cuerpos de la masacre de Astaramis. Estúpidos fantasmas...

La ceremonia fue breve y simple. La gata dibujó algunos símbolos arcanos, derramó aceite sobre el libro y finalmente, fue quemado a la luz del sol.

—Que la muerte te acoja en sus brazos —pronunció solemnemente.

Pasaron tres segundos.

Denise acumuló tensión y saltó como un muelle, para sobresalto de todos.

—¡Por fin! ¡Por fin hemos podido con la piba loca! ¡Vamooooo' lo' pibeeee' wachooooo!

Abrojo la observó en silencio hasta que se calmó. Los miró. Se detuvo un momento en el panda.

—¿De verdad?

—Creo que podemos llegar a un acuerdo —declaró el optimista oso con un saco repleto de bultos puntiagudos en la espalda.

—Como sea, la misión está cumplida. ¡Por fin! Es hora de volver, pero no iremos directos al Gremio. No he olvidado lo que hablamos sobre proteger vuestra guita, así que os presentaré a alguien que os ayudará.








(ProyectoPMP) Capítulo 13, de como el pollo juega con arcos mientras el panda se desloma

  Bankiva inspiró. Saltó, llamó su arco en el aire. Expiró. Disparó dos flechas al mismo tiempo, en direcciones distintas. Alcanzaron la esp...