domingo, 20 de marzo de 2022

Relato (anterior a proyectocryo)

 

El termómetro marcaba -40 grados.

En el exterior, la temperatura era mucho peor. Llovía. El doctor Jackson sabía que esa lluvia no era agua, sino aire condensado por el frío extremo en las capas superiores de la atmósfera. El cristal de seguridad chirriaba. No estaba preocupado. No es que fuera a romperse, pero si ocurriera, ya daba igual. No le quedaba mucho tiempo de vida.

La energía se estaba agotando. Había durado mucho, desde luego. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que el sol se apagó por completo? Probablemente más de seis meses. La luz de las estrellas, que nunca había sido tan brillante como entonces, no bastaba para alimentar los paneles solares. De todos modos, el frío los había hecho trizas.

Reflexionó en la penumbra del espacio exterior, a la luz de los instrumentos que todavía funcionaban. Nadie había conseguido encontrar una explicación. Tampoco tenía mucho sentido buscarla, en verdad. El sol había muerto, mucho antes de lo que debía según los modelos de previsión. Faltaban millones de años para que se le acabase el combustible y, además, se suponía que iba a abrasar la Tierra en el proceso. Pero no fue una muerte espectacular. No hubo expansión, ni explosión. El color de la luz cambió y se volvió paulatinamente roja, algo que contra lo que pueda parecer, indicaba que se estaba enfriando. Luego, se apagó lentamente, como un enfermo terminal. Para los astrónomos no tenía sentido. No debía ser así. Pero así fue.

Todo se fue al garete, claro, aunque no estaba demasiado enterado de los detalles. Había estado trabajando en completo aislamiento desde antes de los primeros síntomas, así que no supo mucho sobre los disturbios en las ciudades y el colapso total del orden mundial. Qué cruel es el destino. La humanidad había quemado sus últimos restos de combustibles fósiles hacía más de cincuenta años, habían logrado adaptarse con las energías renovables... y el sol se había apagado. La energía nuclear era insuficiente para abastecer al mundo entero, pero eso no era el peor problema: las últimas plantas del planeta murieron al cabo de unas semanas. No quería ni imaginar la hambruna que habría caído sobre la gran mayoría de la población mundial, la destrucción total de los ecosistemas... la corteza terrestre se convertiría en un cementerio congelado, y estaba cerca de añadir su tumba a las demás.

Se arrastró hacia la matriz artificial. Llevaba ropa de abrigo, pero llegados a ese punto, tanto le habría dado estar desnudo. No sentía las manos ni los pies. Respirar dolía. Pensar era cada vez más difícil. No tenía miedo. Sabía desde el principio que iba a morir aterido, pero había confiado en terminar a tiempo.

En el mundo exterior había estallado una guerra. Muchos comprendieron que solo había un lugar donde podían refugiarse: bajo tierra. La energía geotérmica era la única forma viable de conseguir electricidad, porque los materiales nucleares acabarían por agotarse también, y eso si no se tenía en cuenta que las redes de abastecimiento a nivel de la superficie serían imposibles de mantener cuando el frío fuera suficiente para convertir el oxígeno en hielo. Los lugares donde se podía aprovechar la energía del núcleo de la Tierra se hicieron lo bastante populares como para matarse por ellos. Jackson recordó haber pensado que hubo suerte y no pudieron usar sus arsenales nucleares porque no quedaba energía ni para preparar los lanzamientos de los misiles.

La última comunicación se había perdido hacía meses. Ya no sabía si quedaba gente viva más allá de ese laboratorio. Esperaba que sí. Que los búnkeres y las centrales geotérmicas se construyeran a tiempo, que lograran cultivar semillas bajo luz artificial, llevarse algunos animales consigo... Sería muy triste si él fuera el último ser humano vivo. Bueno... quizá no el último. Su mano casi congelada tocó el cristal de la matriz. Él y su equipo habían intentado otra cosa, y habían sido demasiado ambiciosos. La terapia genética había alcanzado límites insospechados... pero no los suficientes. Habían pensado que podrían editar el ADN humano para que sobreviviera a la nueva era  de la Tierra, la Noche Eterna. En esos meses su equipo había conseguido cosas asombrosas. El anticongelante biológico de la doctora Cheng, los genes artificiales para la creación de estructuras nerviosas con superconductores del doctor Rodríguez...

Pero la comida y la energía se agotaban. Su equipo decidió que no podían seguir adelante con el proyecto, porque no lo acabarían a tiempo. Ahora que todavía quedaba suficiente energía para un viaje al búnker más cercano, debían marcharse. El doctor Jackson no intentó disuadirlos. Envenenó sus raciones para que no desperdiciaran la energía.

La parte de él que conservaba la cordura lo seguía torturando incluso ahora. Rezaba cada día por su perdón. Se consolaba pensando que sus muertes habían sido indoloras. Se enfadaba con ellos por haberse rendido a esas alturas, tan cerca de conseguir algo, algo que evitara la muerte de la vida inteligente y la civilización humana. Todo lo que quedara atrás en la superficie helada jamás se recuperaría. Miles de años de conocimiento, perdidos. ¿Como iba a ser sostenible un sistema geotérmico establecido aprisa y corriendo en medio de un conflicto armado? Necesitaban luchar contra el frío de frente, no esconderse de él como lirones.

Hacía días que no calentaba el laboratorio. No podía permitírselo. Ahora, lo único que funcionaban eran los sistemas de la matriz y la inteligencia artificial.

Frank Jackson logró centrar los ojos el tiempo suficiente para cruzar la mirada con la criatura dentro de la cápsula. Su forma era humana, pero su piel era transparente, dejando ver músculos semejantes a bolsas de agua, huesos que parecían esculpidos en hielo, corrientes de un fluido azul recorriendo su interior. Era un hombre joven, pero adulto.

Ya no quedaba mucho tiempo. Nunca sabría si el sacrificio había valido la pena. Los últimos retoques dependían de la inteligencia artificial.

—Hijo mío... eres el pilar de la vida en este mundo —balbuceó, las cuerdas vocales sangrando—. Que tu don alcance todo tipo de vida, multiplícate y crea… de nuevo en este... desierto...

Murió.

Puede que hubiera muerto más feliz de saber que, al final, su hijo haría exactamente lo que le había pedido con su última chispa de vida.

viernes, 11 de marzo de 2022

(Reseña) Taediumluderem

 Taediumluderem, obra de Rubén Benítez. Alias Señor de las Piñas, o eso me han contado.


https://www.amazon.es/Taediumluderem-El-experimento-Tado-Ludo-ebook/dp/B09231LQKH


El Diablo se está haciendo una mansión y la mano de obra (léase condenados) escasea, así que dos demonios deciden saltarse algunos pasos y abducir humanos vivos para que trabajen en un proyecto que muy posiblemente nunca sea del agrado del Gran Cornudo.

La historia se centra en cuatro de esos condenados; un ladrón y su cómplice mendigo, un todoterreno modelo 3P(proxeneta, perista, pedazo de escoria en general) y un chico que literalmente no ha hecho nada para merecer eso.

El libro puede dividirse en dos componentes que se entremezclan, lo que yo llamaría la "jornada” y la “filosofía”. La filosofía se hila en las conversaciones entre los demonios, los ángeles, y en ocasiones también entre los humanos. Contribuyen a saber como son ellos (en oposición a como los humanos los imaginan) y sus motivaciones. En qué los humanos se equivocan (mucho) en qué aciertan (poquito) y las cosas que ni siquiera imaginan. En general, esa parte destila algo de pesimismo y futilidad, algo que puede resumirse en: la humanidad se jode a sí misma y nunca dejará de hacerlo porque así están programados. Pero no todo es malo. La contradicción de la naturaleza humana (capaz del altruismo más desinteresado y la crueldad más abyecta) es uno de sus temas favoritos, y si te preguntas por qué Dios hizo a la humanidad tan polarizada e inclinada al pecado... tendrás que leer el libro.

Personalmente, si bien es interesante, es la mitad que menos me ha gustado. Los argumentos son sólidos, pero prefiero ver a los demonios haciendo cosas de demonios en lugar de debatir, por eso la “jornada” es la parte que más me interesa: la acción, lo que sucede a los condenados, su jornada de trabajo como albañiles infernales. Sin entrar en detalles, y por tanto spoilers, hay mucha inventiva y mala leche en las putadas que les suceden una tras otra. Están en el infierno, al fin y al cabo, y aunque los protagonistas deberían ser Tado y Ludo (que dan nombre al libro) para mí parte del foco lo roban los jueces infernales, que no están para gilipolleces y te enviarán por una trampilla directo al infierno a golpe de palanca sin ninguna vacilación y estarán presentes durante buena parte de la jornada para poner a los reclusos en su sitio.

A pesar de las cosas horrendas que suceden, el tono casual hace que todo sea mucho más fácil de digerir. En serio, si el tono cambiara, algunas secciones podrían ser puro terror. También hay muchas referencias que, si uno no está atento, pueden pasarse por alto... ¡pero eso te hace estar atento! Por ejemplo: Los reclusos provienen de una aldea francesa en el inicio de la Revolución. En cierto momento alguien compra un soporte de madera y una gran plancha de metal... ¿Qué podría ser? Pequeños detalles que te hacen querer buscar más. Los castigos infernales y le revelación del funcionamiento interno entre Cielo e Infierno te hacen querer leer más para saber qué va a pasarles ahora a estos pobres desgraciados. De ahí que la “jornada” sea mi parte favorita.

Si queréis saber lo que ocurrirá a los cuatro personajes una vez la jornada termine... dadle una oportunidad. Promete risas, entretenimiento, y ejercicio de pensamiento. Puntuación 7.5/10

(ProyectoPMP) Capítulo 13, de como el pollo juega con arcos mientras el panda se desloma

  Bankiva inspiró. Saltó, llamó su arco en el aire. Expiró. Disparó dos flechas al mismo tiempo, en direcciones distintas. Alcanzaron la esp...